Tijuana, 08 de agosto de 2023.- La vida de Martín Eduardo Rodríguez Pérez ha sido moldeada por la epilepsia, una condición que le ha negado acceso a los servicios de salud y lo ha sumido en la dificultad económica. La escasez de medicamentos en el Hospital General lo ha forzado a gastar dinero que no posee, llevándolo a anhelar simplemente la oportunidad de asegurarse un empleo.
Con 54 años de edad, este hombre se ha visto obligado a buscar trabajos informales debido a su condición médica. Desde temprana edad, su salud le impidió recibir educación y, más tarde, le resultó difícil mantener un empleo estable, ya que sus empleadores solían despedirlo al descubrir su condición.
En la actualidad, enfrenta dificultades para acceder a dos medicamentos esenciales que a menudo no son suministrados por el sistema de salud pública debido a su falta de disponibilidad. Este problema ha persistido desde la desaparición del Seguro Popular.
“En el Centro de Salud de a poquito me lo dan, tres cajas de valproato de magnesio y 9 cajas de carbamazepina, pero a veces ellos no tienen que no les ha llegado de allá de México y mientras no lo mandan pues tengo que andar consiguiendo dinero para comprarlo” comentó.
La búsqueda de estas medicinas para mantener cierta estabilidad en su condición le impone un costo significativo: 25 pesos por cada una de las nueve cajas de carbamazepina y 350 pesos por cada una de las tres de valproato de magnesio, totalizando más de mil 300 pesos al mes.
Actualmente, recibe atención en un Centro de Salud, donde se enfrenta a la ausencia frecuente del especialista que debería atenderlo y a la falta de disponibilidad de los medicamentos que requiere.
Su deseo más apremiante es encontrar un empleo que le brinde autonomía y le permita acceder a la atención médica a través de la seguridad social. La precaria situación económica en la que se encuentra lo ha llevado a vivir junto a otros familiares en la colonia La Gloria.
“El trabajo es lo que siempre ha sido para mí el problema porque en ningún lado me lo quieren dar, se dan cuenta de que tengo epilepsia y me corren. De una mueblería se dieron cuenta que llevaba epilepsia y no me dejaron trabajar, en una gasolinera también me corrieron, en una ferretería también”, lamentó.
“Siempre ha sido el problema ese de que la epilepsia para mí ha sido el problema, nunca he tenido un trabajo estable y pues a veces la gente que me conoce me ayuda”, concluyó.